Siempre
escuche circunspecto y con empatía no disimulada los relatos de mujeres
cercanas sobre los dolores del parto, “de la que me salvé”, fue un pensamiento
secreto cada vez que escuché estos relatos. También he escuchado el dolor
indescriptible que padecen personas terminales, aunque hoy en día la medicina
ofrece una solución razonable al dolor.
El trabajo
de 4 décadas me ha permitido conocer en primera fila cientos de personas con
sufrimiento extremo, expresado este de muy diversas maneras. Los niños y las
niñas expresan su dolor psicológico extremo de muy diferente forma a como lo
observamos en las y los adolescentes; de igual forma, los adultos tenemos
marcadas diferencias de los anteriores en el manejo del sufrimiento.
Pienso que todos
hemos conocido lo que es sufrir, pues todos hemos atravesado por diversas
pérdidas en la vida, sean estas materiales o de personas. Cuando se padece una
pérdida no se adquiere inmunidad, de tal suerte que si ocurre otra pérdida
puede sufrirse tanto como en la experiencia anterior.
No comparto
la creencia popular que reza que “el tiempo cura las heridas” (referidas a las
del alma). Cómo se elabore una pérdida es decisivo para saber si hay una
estabilización de la mente y por tanto de la conducta.
Cuando se
sufre una pérdida, 6 meses son suficientes para la expresión intensa del dolor,
más allá de eso debería preocuparnos.